ESPECIAL. Emmanuel Horvilleur
En la ola, en las radios, en la cama, Emmanuel se mueve con esa novedad tímida que tienen sus discos. Discos hechos en departamentos, entre el té, las bombachas y el melotrón. Discos siempre nuevos, siempre vírgenes, siempre tan tangibles, tan invitadores a dar un paso y estar dentro de ese ambiente donde el más mínimo movimiento de tus párpados puede desatar un alud de bocas que besan, hablan, muerden, hieren, vuelven a besar.
Pero, ¿qué pasará cuando saquemos al hombre de su hábitat, sin el calor de su habitación, sin los libros tirados por el piso, sin los discos de esos tipos que nos entienden más que el resto de la humanidad? Siendo sincero, no lo sé. Lo que sé es que algo con todo el atractivo de lo ficticio finalmente sucede. Ladies and Gentlemans, aquí, el garbo de una noche entre pompas. Disfrútenlo.
Advertencia al más incrédulo -que luego suele conmoverse muy fácil en su pose y, sin remedio ni muchacha, tiene que volver a conformarse con la almohada- nótese que todo es todo esto es irreal.
En la ola, en las radios, en la cama, Emmanuel se mueve con esa novedad tímida que tienen sus discos. Discos hechos en departamentos, entre el té, las bombachas y el melotrón. Discos siempre nuevos, siempre vírgenes, siempre tan tangibles, tan invitadores a dar un paso y estar dentro de ese ambiente donde el más mínimo movimiento de tus párpados puede desatar un alud de bocas que besan, hablan, muerden, hieren, vuelven a besar.
Pero, ¿qué pasará cuando saquemos al hombre de su hábitat, sin el calor de su habitación, sin los libros tirados por el piso, sin los discos de esos tipos que nos entienden más que el resto de la humanidad? Siendo sincero, no lo sé. Lo que sé es que algo con todo el atractivo de lo ficticio finalmente sucede. Ladies and Gentlemans, aquí, el garbo de una noche entre pompas. Disfrútenlo.
Advertencia al más incrédulo -que luego suele conmoverse muy fácil en su pose y, sin remedio ni muchacha, tiene que volver a conformarse con la almohada- nótese que todo es todo esto es irreal.
Luciano Martín Sosa
+info: www.emma-hovilleur.com
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